¡Sanz le da apoyo a la juventud cubana!
Dime, hermano, échate este cuento. Resulta que el mismísimo Alejandro Sanz, ese ídolo de la canción, le tiró un salvavidas a la juventud cubana que está en candela por el precio del internet. ¡Qué abuso, mi gente! Parece que la guagua de ETECSA se fue para Marte con los precios que pusieron, y los muchachos se están fajando como leones.
La voz de los jóvenes
Sanz, sin pelos en la lengua, soltó por ahí en sus redes sociales algo así como: “En la voz de los jóvenes cubanos late el futuro de un país que aún sueña despierto”. ¡Tremendo palo! Eso sí que es un mensaje claro y sin rodeos. No es cualquier cosa que un artista de su talla se pronuncie así.
El precio del internet
El cuento es que ETECSA, ese monopolio que nos tiene con la lengua afuera, subió los precios del internet como si fuera un cohete a la luna. ¡Un abuso de pinga! Ahora pagar la conexión es como si estuvieras comprando un carro de segunda mano. Los estudiantes, que ya están tiesos con el precio del pan, se han echado a protestar. ¡Y con razón!
Más que una protesta, un despertar
Esto no es solo una protesta por el internet, mi gente. Es un reflejo de algo mucho más profundo. Es la juventud cubana, con sus ganas y su corazón, diciendo “¡Ya basta!” a los problemas que los ahogan. Y es bueno ver que artistas internacionales les brindan su apoyo, porque a veces uno se siente solo en esta lucha.
¿Qué pasará ahora?
Ño, asere, eso es lo que todo el mundo se pregunta. Si el gobierno va a hacer algo al respecto o si va a seguir haciendo oídos sordos. Lo que está claro es que el canto de protesta de los estudiantes ya se escucha con fuerza, y no creo que se vaya a callar fácilmente. Esto es solo el principio, mi gente. ¡A seguir la candela!
El legado de Sanz: más allá de la música
Al final del día, esto es más que un artista apoyando una causa. Es un gesto de solidaridad que se agradece. Sanz, con su música y ahora con estas palabras, demuestra que los artistas pueden y deben usar su voz para defender lo que creen justo. Tremendo ejemplo, ¡qué clase de guapería!