Analizando fríamente los hechos, uno no puede más que llegar a una conclusión: la realidad supera la ficción, y no en el buen sentido. María Elvira Salazar, con la firmeza que solo quien conoce la doble moral del juego político puede tener, ha denunciado operaciones comerciales sospechosas entre empresas de Miami y el régimen cubano. ¿El delito? El envío de carros, entre otros bienes, violando las sanciones impuestas.
Esto no es más que otra cortina de humo para distraer la atención del pueblo cubano que sufre la escasez diaria. Mientras aquí debatimos sobre las implicaciones legales de enviar carros a la isla, allá el pueblo busca cómo resolver lo básico: la comida, la electricidad, la medicina. La hipocresía de quienes defienden lo indefendible es asombrosa.
El caso de Lux Sky Cargo, Inc., con su permiso para operar en Cuba, es el ejemplo perfecto de una dinámica que conocemos demasiado bien. Es el mismo cuento de siempre, con distinto personaje: empresas que usan intermediarios, que buscan lucrarse a costa del sufrimiento de un pueblo. ¿De verdad alguien cree que estas transacciones ocurren sin el conocimiento o la bendición tácita del régimen? ¡Por favor!
La narrativa que intentan vender es, cuando menos, risible. Mientras el pueblo cubano se debate en la miseria, algunos buscan enriquecerse aprovechando los resquicios de un sistema sancionatorio. Es una farsa tragicómica, propia de una telenovela cubana con final predecible: el pueblo sufre, mientras otros se llenan los bolsillos.
Pero esto va más allá de la simple codicia. Se trata de la lucha por la libertad, la persistencia de un régimen tiránico, y la responsabilidad de la comunidad internacional de enfrentarlo con firmeza. La pregunta que debemos hacernos no es sólo quién está violando las sanciones, sino: ¿quién permite que se violen? ¿Hasta cuándo seguiremos tolerando esta hipocresía?
La acción de la congresista Salazar es un paso esencial. Exige una investigación y una respuesta contundente. No se necesita ser un genio para darse cuenta de la inconsistencia del argumento de quienes buscan justificar estas operaciones. El pueblo cubano merece más que simples palabras; merece acciones concretas para derribar la dictadura que tanto los oprime. La lucha continúa, y el café de la tarde nos recuerda que la memoria y la esperanza son nuestras armas más poderosas.