Sal de Nitro: ¡Tragedia en Guanabacoa!
Dime, hermano, triste noticia. Sucedió en Guanabacoa, tierra de gente buena, pero también de sustos de esos que te dejan sin aliento. Resulta que el sábado pasado, llegaron al Policlínico “Andrés Ortiz” tres miembros de una familia, todos como si les hubiera caído un rayo. Intoxicados, decían. Y lo que parecía un malestarcito de esos, terminó en tragedia.
Dos perdieron todo. Se Fueron…
Dos de los afectados, ¡ay, Dios mío!, no la contaron. Doraima García Moroña, de 25 años, y su hijita Nashlyn Salet Hernández García, de solo 5 añitos, se fueron pa’ la otra vida. El periodista Lázaro Manuel Alonso, de esos que escriben pa’ el gobierno, soltó la noticia como si nada. Pero aquí, en la esquina, todos sabemos que esto es candela.
¿Sal Común o Sal de Nitro? Ahí está el dilema…
El tercer miembro de la familia, que afortunadamente sobrevivió, contó que habían comprado la sal en la calle Compostela, en La Habana Vieja. ¡Pero qué va! Pensaron que era sal común, la de todos los días, para echarle a los frijoles. ¡Y vaya que le echaron! Resulta que era sal de nitro, de esa que te puede freír el estómago en un santiamén. Ahora mismo, la policía está investigando a ver qué pasó.
¡Esto está más enredado que un ovillo de hilo!
La cosa está que arde, asere. Imaginate, una madre y una niña muertas por un error tan tonto. Y los otros dos miembros de la familia están en el hospital, luchando por sus vidas. Todo por una simple confusión, una equivocación que les costó la vida. Esto te deja pensando, ¿quién es el responsable? ¿El que vendió la sal sin avisar lo que era, o la familia que no se fijó bien antes de usarla? El asunto está más complicado que un dominó al revés.
La Calle Habla…
En la esquina, se dice de todo. Algunos culpan al vendedor, diciendo que debería estar preso. Otros dicen que la familia tenía que ser más cuidadosa. Sea como sea, esta tragedia ha dejado a toda Guanabacoa con el alma en un hilo. Es de esas noticias que te dejan sin palabras, con una tremenda pela en el estómago. ¡Tremendo susto!
Lo que queda…
Al final del día, lo único que queda es la pena. Dos vidas perdidas, un dolor que no se borra ni con agua bendita. Y un montón de preguntas sin respuesta. ¡Que Dios las tenga en su santa gloria! Y que se le abra el ojo a la gente, para que no vuelva a pasar una cosa como esta. Qué abuso.