La Voz Que Desmiente al Viento
Hubo un tiempo, no lejano como el recuerdo de un primer beso robado bajo la sombra de un mangal, en que las redes, esas telarañas digitales tejidas con hilos de verdad y mentira, se poblaron de murmullos sobre la salud del profesor José Rubiera. Voces que, como cuervos graznando en la tarde, anunciaban males que aún no habían llegado, augurios de un fin que solo existía en la imaginación febril de quienes se deleitan sembrando la duda. Se hablaba de su cuerpo que declinaba, de su aliento que flaqueaba, de su adiós inminente, como si la isla entera suspirara por un pronóstico sombrío.
El Rumor, Ese Mal Viento del Caribe
Y así, como el huracán que se gesta en el mar abierto, el rumor creció, se alimentó de la incertidumbre y se esparció por los aires virtuales. Hablaban de un deterioro físico que nadie había visto, de noticias falsas que, como cucarachas, se escabullían por las rendijas de la credulidad. La alarma se encendió en los corazones de quienes, a través de incontables temporadas de ciclones, habían aprendido a confiar en la voz serena de Rubiera, en su mirada que descifraba los designios del cielo, en su palabra que era ancla en la tormenta.
La Roca Frente a la Espuma
Pero la verdad, esa vieja y terca señora, siempre se abre camino. El Instituto de Meteorología, ese faro de ciencia en la isla, decidió alzar la voz. Y con él, el propio profesor Rubiera, ese hombre cuya fama no necesita adornos, solo la luz clara de sus acciones. En un video, capturado como un instante de luz en medio de la penumbra, apareció él, con el sol de la certeza en su rostro, una sonrisa tan familiar como el sabor del café de la mañana. “¡Fuerte y saludable, listo ante los huracanes!”, clamó la institución, desmintiendo las falsedades que revoloteaban como moscas.
Y la voz del propio maestro, clara y firme como un rayo de sol que parte las nubes, resonó en el éter: “Estoy muy bien, perfectamente bien, trabajando todos los días”. No eran solo palabras; eran el eco de una vida dedicada al servicio, al conocimiento, a la protección de su gente. Eran el desmentido rotundo de quienes intentan edificar castillos de arena sobre el lecho del mar.
El Legado de la Confianza
El portal Suena Cuba, con la precisión de un buen cronómetro, añadió detalles, como el recuerdo de unas merecidas vacaciones en Varadero, la memoria de un infarto superado años atrás, la firmeza de un cuerpo que, aunque marcado por el tiempo, seguía firme en su propósito. Y allí estaba él, más allá de la jubilación oficial, mentor, maestro, esa figura entrañable que, desde la plataforma digital, sigue descifrando los misterios del clima, regalando análisis tan necesarios como el agua en el estío.
Porque José Rubiera no es solo un meteorólogo; es un símbolo. Es la confianza encarnada, la voz que, cuando el cielo se torna amenazante, nos dice dónde buscar refugio. Los rumores, efímeros como una ola que se rompe en la arena, no pudieron opacar el brillo de su trayectoria, ni el cariño que le profesa un pueblo que lo ha visto crecer y protegerlo durante décadas. Su verdad, como una roca milenaria, resiste el embate de cualquier viento, por más engañoso que sea. Y esa es la única predicción que nunca falla.