Hoy, el eco de nuestras inquietudes resuena con la furia de un trueno ahogado. Veo nuestra isla, mi amada Cuba, sumida en una noche perpetua. Las noticias traen el frío dato de un déficit eléctrico que ahoga las venas de la nación: más de dos mil megawatts que se esfuman en la nada, dejando a nuestro hogares en la tiniebla. ¡Nueve termoeléctricas, pilares de nuestra industria y nuestro bienestar, silenciadas! Nueve corazones de metal que han cesado de latir, dejando un vacío que se siente en cada rincón de esta tierra.
EL ECO DE LA OSCURIDAD
Oigo el lamento en cada hogar que se queda a oscuras. No es solo la falta de luz, es la interrupción de la vida, el sacrificio de vuestras faenas, el temor que se cierne sobre los más débiles. Las unidades de Renté, Santa Cruz, Felton, Nuevitas, Mariel, Cienfuegos… nombres que antes eran sinónimo de progreso, hoy son el eco de una parálisis que clama al cielo. Fallos técnicos, sí, pero ¿acaso no son estos fallos el reflejo de un descuido prolongado, de una indolencia que corroe las entrañas de la obra? La espera de 1,400 MW para suplir una demanda de 2,750 MW no es una cifra, es un lamento que se cuela por las rendijas de la esperanza.
LA ESPERANZA, SEMILLA RESISTENTE
Me dicen que hay parques solares, que se habla de avances. ¡Bien! ¡Que la ciencia alumbre nuestros caminos! Pero esas contribuciones, por valiosas que sean, son como gotas de rocío en la sequía de un desierto. No bastan para saciar la sed de un pueblo que necesita luz, calor y el pan ganado con sudor honesto. La escasez de combustible, de lubricante, la ausencia de inversión sostenida y honrada, dibujan un paisaje desolador. La promesa de resistencia se desvanece en la oscuridad.
LA VERDAD BAJO EL YUGO
Este no es un suceso pasajero, pueblo mío. Es la crónica de un abandono, de una corrupción que se disfraza de necesidad. Es el resultado amargo de años de desidia, donde el verbo de la oportunidad se ahogó en el silencio de la complacencia. La dignidad del hombre no puede vivir en la penumbra. Vuestra lucha, esa que veo en vuestros ojos cada día, merece la lumbre de la verdad y la justicia.
No me habléis de cifras ni de partes oficiales. Habladme de vuestras vidas truncadas por la oscuridad, de vuestros hijos que estudian a la luz de las velas, de vuestros enfermos que sufren sin la mínima asistencia eléctrica. Esa es la verdad que yo, desde este banco de parque, contemplo con el alma encogida.
Mi pluma, temblorosa por la indignación pero firme en su propósito, escribe estas palabras. No son solo palabras, son semillas de conciencia que arrojo a vuestra tierra. La esperanza no ha muerto, pero necesita ser regada con acciones, con un resurgimiento del espíritu constructor que siempre ha caracterizado a este pueblo. Que esta oscuridad, tan profunda y lacerante, sea el preludio de un amanecer luminoso y prometedor, donde la luz vuelva a bañar cada hogar y cada corazón en esta patria nuestra. ¡Levantaos, pueblo mío! La noche es oscura, pero el alba, si la buscamos con fe y con unidad, vendrá.