Parece que hasta las malas hierbas más escurridizas acaban cogiendo el camino de la confesión, o al menos, el del calabozo.
Resulta que nuestro amigo Simon Leviev, eseuja de los diamantes que salía en Netflix como quien sale en un documental de National Geographic sobre la fauna salvaje más peligrosa, ha decidido que Hollywood se le quedaba pequeño. El tipo, que para los que viven debajo de una piedra se hacía pasar por hijo de un magnate de los diamantes para vaciar carteras y corazones ajenos a golpe de Tinder, ha puesto el punto final a su particular melodrama.
La Última Escena en el Aeropuerto
La historia, amigos, es que el chaval ha sido pillado. Nada de fugas espectaculares ni de disfraces al más puro estilo de 007. No, señor. El fin de su reinado de mentiras, orquestado con la misma frialdad que un camarero de Hacendado te sirve un café solo, ha sido en el mismísimo aeropuerto de Batumi, en Georgia. Allí, con el pasaporte en el bolsillo y las maletas llenas de promesas rotas, le esperaba una alerta de Interpol que, al parecer, le había estado siguiendo los pasos como un perro de caza con muy mala leche.
Este Simon, cuyo verdadero nombre es Shimon Hayat –porque la autenticidad nunca fue su fuerte, claro–, se hizo famoso en 2022. El documental de Netflix, ese que te deja pensando en la fragilidad de la fe humana, desgranó cómo este personaje se las apañaba para convencer a mujeres en Europa de que le soltaran dinero a tutiplén para financiar su vida de lujo de pacotilla. Y lo hacía, decían las víctimas, con una labia que ni el mismísimo Fausto prometiendo el paraíso en un contrato. Se habla de diez millones de dólares que se esfumaron como humo de puros habanos.
Delincuente de Cuna y de Afición
Pero ojo, que esto no era un capricho de ahora. El muchacho viene de vuelta, como un buen whisky añejo, pero con más veneno. Desde adolescente, ya se dedicaba a engañar a propios y extraños en Tel Aviv, con la misma destreza con la que un carterista te roba la cartera en la Gran Vía. Luego, siguió su ruta, como un peregrino del fraude, sembrando el caos y la ruina por medio mundo, siempre un paso por delante de la ley, claro.
En 2019 ya le echaron el guante en Grecia, pero salió con la misma facilidad que se descorcha una botella de Rioja barato. Y volvió a las andadas, a su particular tango de mentiras y desengaños. De hecho, hasta Tinder se hartó, le vetó como a un perro sarnoso, y él, para rematar la faena, se despidió de Instagram. Ahora, con esto de Georgia, parece que el telón cae sobre su obra de teatro.
Las Víctimas, con la Cicatriz a Cuestas
Y qué decir de las pobres almas que cayeron en su red, como Cecilie Fjelhoy, Ayleen Charlotte o Pernila Sjoholm. Ellas siguen cargando con el peso de las deudas que contrajeron para financiar la vida de esteuja. El documental les dio voz, sí, pero la justicia, esa dama esquiva, a veces tarda en llegar. Ahora, con este arresto, quizás haya un atisbo de luz al final de ese túnel de desgracias.
Al final, la historia de Simon Leviev es un recordatorio más de que en la era de las aplicaciones de citas, donde todo es tan fácil como deslizar un dedo, hay que tener los ojos más abiertos que un búho en plena noche. Porque detrás de una sonrisa bonita y un perfil perfecto, a veces se esconde un profesional de la estafa, con la cartera vacía pero el alma llena de maldad. Y esta vez, parece que el cuento de hadas se le ha acabado en la puerta de embarque.