El sol, testigo incansable de mareas y secretos, baña la arena de Isla Negra, donde el aire huele a salitre y a la promesa de un nuevo canto. Allí, donde la vida se desnuda en su forma más pura, Dayamí La Musa ha tejido un verso de amor: su compromiso. No con la pompa de los salones ni el brillo artificial de los focos, sino con la luz sincera de la tarde y el murmullo del océano.
En su voz, que es canto de arena y de mar, el anuncio floreció como una flor de jazmín: “Omgggg. I said yes.” Palabras sencillas, pero cargadas con el peso del universo, con la fuerza de los amores que resisten el vaivén del tiempo, las altas y las bajas, los días de sol y las noches de tormenta. Yan Mar, su compañero en este viaje, aparece de espaldas, un guardián silente de esa dicha, con su camisa bordada proclamando el feliz mensaje.
Es la palabra bordada, un hilo de esperanza sobre la tela de la vida, la que lleva la verdad desnuda: “I said yes.” Y en la mano de Dayamí, el anillo, una estrella capturada, un faro que guía hacia el futuro. Ella, la que canta con la fuerza del viento que azota las costas, hoy se viste de emoción, con el corazón latiendo al ritmo de un nuevo amanecer.
“No puedo expresar cuántas emociones siente mi corazón”, susurra su voz, que es cascada y río, memoria y presente. Después de tantos años, de altas y bajas, de momentos que fueron fuego y ceniza, han decidido unir sus caminos. Él, Yan Mar, el elegido, el que la hace sentir la mujer más especial. Ella, la que le escoge para ser su compañera. Un amor que se reconfirma, día tras día, elección tras elección.
Ya no está “en el mercado”, como canta ella, sino anclada en el puerto seguro de un compromiso, en la certeza de que el amor, como la cebolla, tiene capas que se descubren, y en cada una, una verdad más honda. Su voz, que a veces fue huracán en defensa de la dignidad, hoy es canto de ternura, una elegía a la vida compartida.
Antes, el ritmo de su vida se entrelazó con Osmani García, un eco lejano de canciones pasadas. Pero ahora, el presente es Yan Mar, la melodía que acompaña su presente y su mañana. La vida, este inmenso cuaderno de metáforas, se escribe con la tinta de este sí, con la promesa que resuena desde la arena húmeda hasta el horizonte azul.
Dayamí, que conoce la lucha detrás de cada sonrisa y la fuerza en cada verso, nos regala este momento, un trozo de su felicidad cruda, directa, como el pan que se parte en la mesa del pueblo. Un recordatorio de que, incluso en el brillo de la fama, el amor más genuino se encuentra en los gestos simples, en las palabras tejidas con el alma. Y en esa playa, bajo el cielo infinito, su sí es un poema que el mar se encarga de llevar a todos los rincones.