¡El arroz se perdió en el camino!
Dime, hermano, ¿te has dado cuenta de lo que está pasando con el arroz? Parece que se ha ido de vacaciones, ¡y no piensa regresar pronto! Y no es que se haya ido de paseo por gusto, no, asere. Esto es un problema realmente serio. Cesario Navas, le ha echado tremendo cuento al gobierno por la falta de este grano tan fundamental en nuestra mesa.
El arroz, súper buscado
Resulta que desde el 21 de febrero, el gobierno anunció que llegó un barco cargado de arroz. ¡Tremendo alboroto, eh! Los medios oficiales se pusieron a cantar victoria como si hubieran ganado la lotería. Pero, ¿qué pasó después? Pues que el arroz se perdió en el camino, como si se lo hubiera tragado un cocodrilo.
Cesario, desde su trinchera en Atarés, La Habana, denunció que en su barrio (y en muchos otros, seguro) el arroz brilla por su ausencia. Semanas después del anuncio, ¡na de na! Y este hombre, con toda la razón del mundo, le llama a eso: “¡Insensibilidad, irresponsabilidad y sadismo!” ¡Candela pura!
¿El ejército y los camiones? ¡Que se pongan los pantalones!
Cesario se pregunta, y yo con él: si hay un problema con el transporte, ¿dónde están los camiones del ejército? ¿Por qué no los utilizan para llevar el arroz a los barrios? ¡Eso sí que es una muy buena pregunta! Además, ¡qué abuso! El gobierno le debe arroz a la gente de diciembre, enero, febrero… ¡y ahora hasta de marzo! Los viejitos y los que tienen menos plata, tienen que comprarlo a precios de locura en el mercado negro. ¡700 pesos el kilo, asere!
El arroz de las MIPYMES: ¡Misterio cubano!
¡Y aquí viene lo más sospechoso! Mientras el arroz de la libreta brilla por su ausencia, las MIPYMES, estatales y privadas, parecen tenerlo hasta por las orejas. Lo venden carísimo, claro está. Cesario dice que esto no es casualidad, que es una estrategia para favorecer a unos pocos a costa del pueblo. A eso le llama él “nueva aristocracia revolucionaria”.
Más que arroz: ¡Una crisis completa!
Pero no es solo el arroz, mi gente. Cesario habla de apagones, falta de medicinas, sin gas para cocinar, guaguas que no llegan… ¡y el hambre está más presente que nunca! Y lo peor, dice él, es que los de arriba no piden disculpas, no se responsabilizan. ¡Eso sí que es un descaro!
Conclusión: ¡Un cuento largo y sin final feliz (por ahora)!
Este cuento del arroz es solo una parte de un problema mucho más grande. Cesario se siente decepcionado, recuerda el 59 con nostalgia, pero hoy la realidad es otra. Su voz es un grito en la calle, una llamada a la denuncia y a exigir un gobierno que se preocupe por su pueblo. ¡Que se pongan las pilas, que la gente tiene hambre, asere!