I. La Noche se Pone los Zapatos de Charol
La noticia llegó con el frío de la madrugada, más gélida que un vaso de aguardiente barato. La Habana, la novia de la noche, se quedó sin alumbrado. Un apagón, otro más, más común que el ron en una fiesta clandestina. Un silencio negro, profundo como el pozo de un desengaño, cubrió la ciudad. Las calles, mojadas por una llovizna traicionera, parecían la escena de una película de Buñuel, surrealista y desoladora.
II. El Presidente Desaparecido
Y en ese silencio, la ausencia del Presidente resonaba con más fuerza que un trombón desafinado. ¿Dónde estaba Díaz-Canel? ¿Jugando al dominó con la historia? ¿Escribiendo poemas fúnebres para el sistema eléctrico? El misterio se espesaba más que una copa de whisky con años sin tocarla. Las redes sociales, esos bares virtuales donde se bebe la información a sorbos, ardían en murmullos y reproches.
III. Un Mensaje en X: Más Amargo que el Café Cubano
Horas después, un mensaje en X, esa red social tan fría como el mármol de una tumba. Un breve comunicado, más soso que un domingo de misa en un pueblo fantasma, anunciaba que “se trabaja duro”. Trabajando duro… la frase, gastada como un billete de un peso, sonaba a lamentos de quien lleva años vendiendo humo. ¿Trabajando duro? Más bien parece una sinfonía de la ineficiencia, interpretada por una orquesta desafinada.
IV. Cinco Apagones, Cinco Cicatrices en el Alma Nacional
Cinco apagones en menos de un año. Cinco heridas abiertas en el cuerpo de la nación, cada una más profunda que la anterior. La termoeléctrica Antonio Guiteras, esa vieja dama que jadea con cada respiro, se ha convertido en el símbolo de un sistema colapsado, un sistema enfermizo. Como si la propia isla se estuviera apagando lentamente, como una vela al viento.
V. El Eco del Silencio
Pero el silencio del Presidente, esa ausencia en el momento de la crisis, esa incapacidad de sentir el pulso de la calle, deja un eco amargo, un eco más pesado que el recuerdo de un amor que se fue. El mensaje en X, llegó tarde, como un taxi que llega al funeral cuando ya han cerrado el ataúd. Y en ese eco del silencio, se escuchan los susurros de la indignación y la desesperanza.