Dime, hermano, échate este cuento que te va a dejar con la boca abierta. Sucede que en La Habana, ¡en pleno Parque El Curita!, cogieron presa a una abuelita por vender refrescos. ¡Ajá! Refrescos, asere, para sobrevivir, porque con la miseria que hay en esta isla, hasta la yuca se ríe.
Capítulo 1: La guagua de la injusticia llegó a tiempo.
La cosa es que esta señora mayor, se fajó a vender sus refresquitos y unos bolígrafos, como hacen tantos viejitos para poder llevar algo a la boca. Pero llegó la guagua de la injusticia, y ¡pum!, la cogieron los mismos policías que como el pueblo se mueren de hambre. El video está dando vueltas por ahí, y hasta a un yuma le daría pena. Se le escucha decir a la abuelita: “Usted debe tratarme como una persona mayor. Yo podría ser su abuela”. Tremendo descaro que le tienen a la gente.
Capítulo 2: La candela está prendida en las redes.
La cosa se ha puesto más caliente que un sartén en la cocina de mi abuela. En las redes, la gente está que echa chispas. “Injusto”, “abuso”, “¡que candela!”, se leen por todas partes. Hay quienes dicen que a estas personas les quitan todo y después les meten multas de 24,000 pesos. ¡24,000 pesos!, eso es una fortuna, y la abuelita solo quería un poquito de guarapo para llevarse a la boca.
Capítulo 3: Ni con un salve se salvan.
Esto no es algo nuevo, mi hermano. En febrero, cogieron a un señor de 71 años por una pancarta, en diciembre un niño que vendía caramelos en el aeropuerto… ¡parece que el régimen le tiene miedo hasta a los niños con sus dulces! Es una represión brutal, una demostración de que en Cuba, el que no tiene padrino se jode. La gente se está rebuscando como puede para sobrevivir, y los que deberían ayudarlos, ¡los reprimen! ¡Qué abuso!
Conclusión: ¡El pueblo está hasta los cojones!
Al final del día, esto es puro reflejo de la realidad cubana: un pueblo sufriendo, un gobierno que reprime, y una situación que está más jodida que una guagua sin aceite. Esta abuelita, es el reflejo de miles de ancianos que luchan cada día para no morir de hambre. La solución no está en reprimirlos, sino en ayudarlos a llevar una vida digna. ¡Que se pongan las pilas de una vez!