¡A Pedradas en el Micrón! ¡La Habana se Pone Brava!
Dime, hermano, échate este cuento que te va a dejar con la boca abierta. Sucedió el viernes, a eso del mediodía, cerca del hospital Frank País, en La Lisa. Un microbús, uno de esos Fotones nuevecitos —que tanto cuesta traer a Cuba—, ruta 48, estaba haciendo su recorrido cuando ¡zas! le cayó una pedrada que le hizo trizas el cristal trasero.
¿Qué pasó, asere? Una candela de esas que quitan el sueño.
Según el Ministro de Transporte, un tipo de esos con el pelo más tieso que un cepillo de alambre, el chofer del microbús tuvo un pequeño roce con una tipa en una moto. Un “casi-choque”, dicen. El hombre se disculpó y siguió su camino. Pero la tipa, como si le hubieran picado un bicho en el alma, regresó con más candela que un ajiaco y le tiró una piedra al microbús.
Tremendo abuso, ¿verdad? ¡Y lo peor es que ni siquiera le hizo daño a nadie! Pero, mira, eso sí que demuestra la mala leche que hay suelta en las calles. ¡La gente está al borde del colapso!
El Ministro está que trina… y con razón.
El Ministro, que parece que ese día estaba más serio que un funeral, soltó que el incidente “puso en peligro la vida de los pasajeros”, que esos microbuses “tanto nos ha costado adquirir”, y que merece “el mayor repudio”. ¡Y tiene toda la razón del mundo! Porque no solo se dañó el vehículo, sino que se demuestra la falta de respeto y la violencia que hay en nuestra sociedad.
Más que un cristal roto… ¡una crisis del transporte!
Esta no es la primera vez que pasa esto, mi hermano. Ya antes habían apedreado otras guaguas en La Habana. En marzo y abril del año pasado hubo por lo menos cuatro casos, ¡con piedras y todo! Lo mismo con los trenes. Parece que el pueblo se está rebelando contra el pésimo transporte que tenemos, y no es culpa de nadie, pero es una realidad que nos está afectando a todos.
¿Y qué se hace? ¡A fajarse con el problema!
Las autoridades han pedido que la gente se calme, que se hable y que se resuelvan los conflictos de forma pacífica. Pero, ¿quién puede parar la desesperación de un pueblo con el estómago vacío y la guagua nunca llegando? ¿Qué puede hacer un chofer que pasa horas esperando pasajeros y luego llega alguien y le revienta el parabrisas? Esto sí que es un cuento chino, asere.